miércoles, 15 de diciembre de 2010
martes, 14 de diciembre de 2010
MI MADRE - María Eugenia Valdés Miranda
Siempre recuerdo a mi madre como lo mejor que tuve en mi vida hasta que nacieron mis hijos y mis nietos. Margarita era su nombre, perfumada y blanca como esa flor, muy linda con un cutis terso de mejillas naturalmente rosadas y de ojos azules, que reflejaban su ternura y franqueza de sentimientos. De manos pequeñas y suaves al sentir sus caricias. Nunca se pintó ni usaba joyas, pero tampoco lo necesitaba, igual era hermosa.
Era tímida y muy púdica, cuando de repente una de nosotras entrábamos a su dormitorio y se estaba vistiendo, rápidamene se tapaba. No le permitía a nuestro padre se acercara a hacerle cariño o le diera un beso delante nuestro, tampoco se le podía ver el pronunciamiento de su busto y usaba los vestidos más abajo de la rodilla. Nunca fue a la playa porque se negaba a usar traje de baño. Creo que la única coquetería que se permitió fue de usar siempre taco alto cuando salía de casa, a pesar que sus juanetes la hacían sufrir, pero llegando a casa ponía los pies en remojo en agua tibia con sal para aliviar el dolor de pies.
Recuerdo de un vestido muy lindo que usaba abotonado adelante, escosés de colores café, amarillo, verde, rojo y negro, del cual me colgaba de pequeña cuando la acompañaba a comprar y tenía sus manos ocupadas para tomarme. Le gustaba mucho el color azul, tenía un abrigo y vestidos de ese color, que le venía mucho con sus ojos azules.
Antes de casarse pintaba en óleo y pastel. Pude admirar unas peras que había pintado y regalado a su queridísima tía Meche, quien lo puso en un cuadrito detrás de la puerta de entrada de su casa.
Le gustaba leer novelas clásicas que conseguía en la biblioteca, una vez la escuché preguntarle a una prima si había leido Memorias de la Princesa Rusa. Cuando mayor entendí que las mujeres a pesar de la represión que se ejercía sobre ellas en ese tiempo tanto por sus padres, la iglesia, marido y sociedad también tenían fantasías, pues no se entiende que ella hubiera leído o supiese de esa novela que era bastante para esos tiempos.
Era romántica y poética, escribía poesía en un librito, yo las leía y las encontraba muy lindas, pensaba que eran de ellas, pero después supe que algunas eran del gran poeta cubano José Martí. Escuchaba todos los días la radio con programas especiales de tango. Disfrutaba de los románticos boleros con Lucho Gatica y Los Panchos. Gustaba mucho de un vals peruano y cada vez que su cuñada Amelia lo escuhaba en la radio, le avisaba por encima de la reja: Margot, La Flor de la Canela. Seguro que tenía algún significado especial para ella.
Fue muy amiga de su cuñada Amelia, casada con uno de sus hermanos y creo que fue gracias a mi tía, empezó a tener conciencia que ella como mujer también tenía derechos, que no podía ser solo dueña de casa, sin siquiera tener una distracción, mientras mi padre salía todos los fines de semana a divertirse.
Según mi padre no salía con mi madre porque no sabía bailar, entonces mi madre le pidió a éste que le enseñara a bailar y fue así que empezaron a divertirse juntos y bailar tangos en una tanguería de argentinos llamada “Los Hermanos Carbone” y muchas veces hasta ganaron competencias de este baile tan lindo.
Su mayor entretención era visitar su familia las tías Mechita y Edelmira y primas María Eugenia, Cristina, Carmencita y Sylvia a las que tanto quiso y donde la recibían siempre con mucho cariño. Era como volver a su casa ya que allí había vivido desde que nació.
Frágil, miedosa e insegura, sufría mucho cuando mi padre no tenía trabajo o no le daba el dinero suficiente para la comida. Católica y debota de la Virgen del Carmen a quien prendía velas para que a mi padre no le faltara el trabajo, también por la salud y el bienestar de la familia.
La recuerdo levantándose de madrugada para hacer una tremenda cola por un número para el médico que atendía a mi hermana mayor que sufrió de una enfermedad por mucho tiempo. Sufría mucho por ella, rezaba en las noches junto conmigo y lloraba por la dolencia de su hija mayor, igualmente cuando la del medio sufrió de una excema, a la cual vistió de vestido blanco con un lazo celeste, en manda a la Virgen de Lourdes, para que ésta se mejorara.
Fue muy preocupada de sus hijas, su marido y hogar, aunquie se le escapaba la disciplina para con las menores y se la dejaba a mi padre. Muy limpia y ordenada, cada cosa en su lugar. Los días martes me mandaba a comprar al negocio de al lado, Perlina, Radiolina, jabón y cloro para el miércoles de mañanita comenzar a lavar nuestra ropa a mano.
Cuando volvíamos del colegio, la encontrábamos todavía frente a la arteza, al lado de ésta mantenía un fogón donde en un tarro de esos grandes de manteca, hervía la ropa para que quedara muy blanca, almidonando nuestros delantales y blusas del colegio. Antes de darnos almuerzo, tendía la ropa y en la noche ya estaba planchando y al otro día continuaba.
No era común que las casas tuvieran agua caliente, entonces mamá calentaba agua para lavarnos el pelo con un shampoo de huevo y nos enjuagaba la cabeza con quillay, el pelo nos quedaba suave y brillante y nos bañaba con jabón Flores de Pravia en una bañera de latón. Cuando ya no cabíamos en esta bañera los días sábados nos llevaba a los baños municipales que estaban en la calle Bohn, detrás de la estación de trenes. Las tinas eran desinfectadas con cloro cada vez que se usaban y mi madre antes de que nos bañáramos tambien lo hacía y le sacaba el olor a cloro. Salíamos muy frescas y perfumadas con Lavanda de ahí, contrastándose con el olor de orines y bosta de caballos que había en esa calle, ya que allí se estacionaban las famosas Victorias, carruajes con dos caballos que maneja un cochero y que aún pasean turistas por las calles de Viña.
También recuerdo cuando surcía nuestros calcetines rotos, tenía un huevo de madera que ponía dentro del calcetín y como era miope, se tenía que acercar mucho para poder surcirlos. Enmendaba la ropa a mano, sobretodo la mía, ya que era muy destrosona. Mi madre que nunca había hecho nada en su casa, debe haber sufrido mucho con todas estas tareas de una mujer en un hogar aunquie de clase media, pero pobre.
En esos tiempos las mujeres tenían que hacer innumerables tareas de manera muy rudimentaria y con escasos medios económicos.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Que veinte años no es nada. . . - Viviana Altamirano
Camino por las calles santiaguinas donde la primavera comienza con su frío nocturno, lluvias inesperadas para todos los que como yo esperan sólo el sol primaveral, quiero sol para que el calor derrita mis nieves del alma que se han acumulado en las tierras del norte.
Miro a mi gente con la curiosidad hambrienta de tantos días sin ellos, una sonrisa, un asiento cedido en el metro o en las micros, aquí de nuevo me muevo ahora como pez en agua comparado con hace seis años atrás. Seis años hace que comencé a viajar a Chile cada año,aunque todavía voy a pagar una cuenta de mi hermana de Ripley al Banco Falabella y me miran como si estuviese loca de remate.
Pero mi corazón está aquí,como está en el norte donde tengo parte de mi familia,mi hija, mi amor, mi gente también mis amigos. Esta dualidad es parte mía y de tantos, ya no soy sólo parte de Chile.
Mi familia, la disfruto con los típicos encuentros, las comilonas risas y lágrimas que fluyen al calor del vino nos ponemos al día con las vidas que hemos vivido separados más de un cuarto de siglo.
Y cada vez pienso :nosotros los de entonces seguimos siendo los mismos...que veinte años no es nada... como dice el tango, siento el mismo calor humano, escucho los mismos chistes, parece que algunas cosas están detenidas en el tiempo.
Ahora vivo en Santiago Centro con sus casonas viejas, albergando a hermanos peruanos que viven en condiciones paupérrimas,antaño mansiones de los ricos. Sus calles de cunetas altas mudos testigos del barrial de antes me llevan al pasado.
Hoy caminan por las calles pieles blancas y morenas del altiplano entre otras tantas, compartiendo el boliche de la esquina que vende marraquetas y hallullas con su letrero de siempre NO SE FIA.
Ahora hay sopaipillas, pan de pascua, cola de mono todo el año. Si , todo cambiado, sin embargo mi corazón palpita con la misma fuerza de la década de los -70 porque es mi país, mi gente aquí no soy extranjera nadie me pregunta que de donde vengo y me siento bienvenida he vuelto a mi casa mi casa sentimental.
Por otro lado al estar en Chile aparte de extrañar a mi gente de Suecia extraño el orden en todo,todas las comodidades, como el ducharme sin necesidad de prender el gas, el llegar a la hora, el respeto a las promesas, la naturaleza sueca con sus bosques y lagos siempre cercanos. La tranquilidad en la que me puedo sumergir, la honestidad de esta gente a la cual aprendí a querer, respetar y comprender y pienso que lo más acertado es sacar lo más bueno de cada cultura, lo que no significa que sea ni fácil ni doloroso, como la vida misma quizás ,pienso que el ser humano tiene varias identidades y vive con ellas como por ejemplo en mi caso entre otras ,el ser mujer,extranjera,chilena,sueca,minoría,extraterrestre para mucha gente "normal", y pienso que es ser normal acá y en Chile es diferente ya que la normalidad depende de la cultura también y sus límites son bastante borrosos y es difícil definir el concepto.
Bueno, al regresar, aparte de sacar las botas de invierno, el abrigo,la bufanda y los guantes para enfrentar el invierno pienso,estoy en Suecia y saco mi identidad sueca y paso a "hacerme la sueca"como dicen en Chile.
Lucho por vivir o sobrevivir en esta vida a la cual le trato de encontrar siempre sentido.
Miro a mi gente con la curiosidad hambrienta de tantos días sin ellos, una sonrisa, un asiento cedido en el metro o en las micros, aquí de nuevo me muevo ahora como pez en agua comparado con hace seis años atrás. Seis años hace que comencé a viajar a Chile cada año,aunque todavía voy a pagar una cuenta de mi hermana de Ripley al Banco Falabella y me miran como si estuviese loca de remate.
Pero mi corazón está aquí,como está en el norte donde tengo parte de mi familia,mi hija, mi amor, mi gente también mis amigos. Esta dualidad es parte mía y de tantos, ya no soy sólo parte de Chile.
Mi familia, la disfruto con los típicos encuentros, las comilonas risas y lágrimas que fluyen al calor del vino nos ponemos al día con las vidas que hemos vivido separados más de un cuarto de siglo.
Y cada vez pienso :nosotros los de entonces seguimos siendo los mismos...que veinte años no es nada... como dice el tango, siento el mismo calor humano, escucho los mismos chistes, parece que algunas cosas están detenidas en el tiempo.
Ahora vivo en Santiago Centro con sus casonas viejas, albergando a hermanos peruanos que viven en condiciones paupérrimas,antaño mansiones de los ricos. Sus calles de cunetas altas mudos testigos del barrial de antes me llevan al pasado.
Hoy caminan por las calles pieles blancas y morenas del altiplano entre otras tantas, compartiendo el boliche de la esquina que vende marraquetas y hallullas con su letrero de siempre NO SE FIA.
Ahora hay sopaipillas, pan de pascua, cola de mono todo el año. Si , todo cambiado, sin embargo mi corazón palpita con la misma fuerza de la década de los -70 porque es mi país, mi gente aquí no soy extranjera nadie me pregunta que de donde vengo y me siento bienvenida he vuelto a mi casa mi casa sentimental.
Por otro lado al estar en Chile aparte de extrañar a mi gente de Suecia extraño el orden en todo,todas las comodidades, como el ducharme sin necesidad de prender el gas, el llegar a la hora, el respeto a las promesas, la naturaleza sueca con sus bosques y lagos siempre cercanos. La tranquilidad en la que me puedo sumergir, la honestidad de esta gente a la cual aprendí a querer, respetar y comprender y pienso que lo más acertado es sacar lo más bueno de cada cultura, lo que no significa que sea ni fácil ni doloroso, como la vida misma quizás ,pienso que el ser humano tiene varias identidades y vive con ellas como por ejemplo en mi caso entre otras ,el ser mujer,extranjera,chilena,sueca,minoría,extraterrestre para mucha gente "normal", y pienso que es ser normal acá y en Chile es diferente ya que la normalidad depende de la cultura también y sus límites son bastante borrosos y es difícil definir el concepto.
Bueno, al regresar, aparte de sacar las botas de invierno, el abrigo,la bufanda y los guantes para enfrentar el invierno pienso,estoy en Suecia y saco mi identidad sueca y paso a "hacerme la sueca"como dicen en Chile.
Lucho por vivir o sobrevivir en esta vida a la cual le trato de encontrar siempre sentido.
Te lloro - Viviana Altamirano
Hoy te lloro como se lloran los muertos
Y te recuerdo como mis últimos pensamientos
La tarde otoñal con su lluvia acompaña este dolor inmenso
Mis lágrimas se funden en la lluvia y el viento
Todo se transformó en una película en blanco y negro
Te llevaste el azul del mar eterno y
sólo me dejaste las olas blancas para tu entierro.
Dime que hago con mi amor,
como lo arranco de mi pecho,
que hago con mi ternura y mi desasociego
Sí, ya lo sé,
otros besos calmarán mis labios sedientos
Otros ojos buscaran los mios en silencio
Pero dime como vivir sin colores y
con el alma siempre en invierno
Lloro también porque el tiempo
se llevará implacablemente tus recuerdos
Y algun dia me preguntaré si fuistes cierto
o si tu existencia fue solo un espejismo en el desierto.
Si lo nuestro sólo fue
un boceto pintado en blanco y negro,
jamás un cuadro totalmente hecho.
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