MUJERES QUE CREAMOS Y SOÑAMOS - 1 AÑO

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viernes, 26 de junio de 2009

MARIA LILIANA VARGAS - El País de Nunca Jamás

Con este nombre bautizaba mi amigo Gerardo (ya desaparecido hace años) a la República Argentina. Y es porque había decidido que según sus ideales, todo sería diferente. Realmente si me lo hubieran preguntado cuando era una adolescente, les habría contestado que pensaba morir en el mismísimo lugar, pero el destino me deparó algo muy diferente.
Nací en una ciudad llamada Rosario, en Santa Fe, Argentina y ahí mismo estudié mi licenciatura en Letras Clásicas. Cuando subió a la presidencia el Dr.Campora me invitaron a trabajar como alfabetizadoray así fue cuando conocí a mi actual esposo, que colaboraba en tareas sanitarias de un grupo de jóvenes con ideales y corazón quijotesco. De modo que sin haberlo determinado, tuve que salir del país con una criatura de un casi un año y otro en el vientre, debido a la persecución política que nos transformaría en “itinerantes “durante el resto de nuestras vidas. Lejos estaba yo de imaginar que treinta y pico de años después se nos pediría disculpas, de parte del estado argentino, en un asado organizado en la Embajada Argentina (Managua) un 24 de marzo.
Cuando salimos de nuestra patria no portábamos siquiera documentos legales, de manera que tuvimos que solicitar en Uruguay, el estatus de refugiados, ante las Naciones Unidas, lo cual demandó esperar durante casi un año, de manera que el segundo vástago viajó con un pasaporte oriental con sello que rezaba “Expulsado del país”. Por suerte en Estocolmo nos esperaba un país de hadas y juguetes para los nenes. Aunque yo estaba encantada de estar a salvo y trabajar en mi especialidad, mi esposo no compartía esa sensación y muy pronto se apuntó en una brigada que nos llevaría a Centroamérica.
Cuando llegamos cargábamos hasta pasta de dientes porque nos habían relatado acerca de la escasez y pobreza extrema en esta región. De hecho aunque había dificultades, se sorteaban con un espíritu sumamente gregario, y contra lo que se pudiera pensar en Nicaragua se admira al extranjero, mientras más lejano, mayor la admiración. Puedo confesar que nunca me he sentido discriminada ni maltratada entre esta gente atenta y divertida, que se acomoda a las desgracias y considera el tiempo como un elemento que no nos obliga ni marca, todo tiene su ritmo calmo y agradable.
Trabajé muchos años en la Universidad estatal mientras duraron los financiamientos como cooperación de Asdi que en ese tiempo se llamaba SIDA. Luego pasé unos años al Colegio sueco y finalmente otros tantos en la Universidad Católica.
Cuando hace doce años me surgió un tumor maligno en el seno izquierdo, corrí a operarme a Suecia, pero por un pequeño olvido no quitaron la cola de Spencer, donde nace la mama, de modo que hace dos años pretendiendo realizarme una plastia, apareció un nuevo tumor en lo que quedaba de la mama, debajo de la axila.
Por ignorancia en los aspectos laborales no pedí subsidio, de modo que ahora debo trabajar cinco años más para elevar el techo de mi salario para la jubilación nica.
Aclaro sin embargo que estoy feliz de haber sobrevivido y esperando retomar fuerzas para continuar al servicio de otras mujeres que no han tenido estas posibilidades.
No me quejo, cada uno se procura según sus opciones y propia voluntad.

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